Historia y evolución de los espacios de trabajo a lo largo de los siglos hasta el open space

Desde la Antigüedad hasta la era del teletrabajo, los espacios de trabajo han evolucionado al ritmo de los cambios sociales, económicos y tecnológicos. El concepto de oficina abierta, popularizado en el siglo XX, despertó un gran interés por su capacidad para mejorar la comunicación, pero también críticas por su impacto en la concentración y la privacidad. La crisis sanitaria de 2020 acentuó este debate y dio paso a nuevas formas de organización. Hoy, las empresas apuestan por entornos más flexibles y modulares, buscando un equilibrio entre eficiencia y bienestar.
Siglo IV a.C.: el primer despacho en la Antigua Roma
En la Roma antigua apareció el primer espacio de trabajo conocido: el Tablinum. Era una sala dentro de la casa etrusca, utilizada como oficina del dueño y archivo familiar. Allí se guardaban documentos sobre la posición social, los títulos públicos y las propiedades. Se considera el primer ejemplo de oficina: una habitación con una mesa central dedicada al trabajo administrativo.

Siglo VII: los escribas de la Edad Media
Con el auge de la escritura durante la Edad Media surgieron los scriptorium, salas de los monasterios donde los monjes copiaban manuscritos sobre mesas inclinadas. Aunque muchos escribas trabajaban desde sus casas, es la primera vez que aparece un espacio específicamente dedicado al trabajo fuera del hogar. Con el tiempo, este tipo de espacios se extendió a edificios oficiales y palacios, para tareas diplomáticas y administrativas.

Siglo XVI: los espacios compartidos del Renacimiento
En la Italia del Renacimiento, los talleres artísticos funcionaban como los primeros espacios abiertos: lugares donde artistas y humanistas compartían ideas y creaban juntos. En Toscana, los Uffizi simbolizan los primeros edificios administrativos centralizados, destinados a la gestión del Estado. En el siglo XVII, el término “gabinete” se generaliza para designar tanto el mueble como la habitación. El Diccionario de la Academia Francesa de 1684 lo define como un “lugar de retiro para trabajar o conversar en privado, o para guardar papeles y libros”.

Siglo XVIII: los edificios del Imperio Británico
Con la expansión del Imperio Británico y el comercio internacional, se construyen las primeras oficinas modernas.
En 1726 se inaugura en Londres el Old Admiralty Office, sede de la administración naval. Tres años después, la East India Trading Company abre su sede en Leadenhall Street para coordinar la producción.
En un informe de la época se establece una distinción entre el trabajo intelectual y el manual:
"Para el trabajo intelectual, son necesarias salas separadas para evitar interrupciones. Para el trabajo mecánico, lo más eficiente es reunir a muchos empleados en una misma sala, bajo la dirección de un supervisor calificado."

Siglo XIX: el nacimiento de las oficinas modernas
La Revolución Industrial marca el verdadero origen de las oficinas contemporáneas. El crecimiento del sector terciario y la necesidad de centralizar la información impulsan la creación de grandes edificios administrativos. Como explica el sociólogo y arquitecto Marc Bertier, autor de Open space: entre mitos y realidades (2016):
“Con la industrialización, aparecen nuevos servicios de apoyo que dan origen al trabajo de oficina tal como lo conocemos.”
Siglo XX: los rascacielos de Estados Unidos y el taylorismo
A principios del siglo XX, en ciudades como Nueva York o Chicago, los rascacielos se convierten en el epicentro del trabajo moderno. Gracias al alumbrado eléctrico, la ventilación y el telégrafo, los despachos ya no necesitan estar cerca de las fábricas. Estos edificios permiten reunir a cientos de empleados bajo un mismo techo.
Al mismo tiempo, el concepto de open space gana popularidad con los principios del taylorismo y su “Organización Científica del Trabajo”: división horizontal del trabajo, jerarquía vertical, control de la productividad y remuneración por resultados.
En 1906 se inaugura el Larkin Administration Building, diseñado por Frank Lloyd Wright, considerado el primer edificio de oficinas moderno con amplios espacios abiertos. Inspirado en las catedrales, Wright buscaba tanto la monumentalidad como la supervisión visual de los empleados.
En Francia, sin embargo, el modelo tardará en implantarse: la mayoría de los trabajadores seguía ocupando apartamentos adaptados como oficinas hasta mediados del siglo XX.
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En 1939, el mismo Wright diseña las oficinas de Johnson Wax, con 200 empleados en un único espacio abierto, iluminado con tonos cálidos y materiales naturales que mejoraban la acústica.
Años 1950: el “oficina paisajística” en Alemania
Tras la Segunda Guerra Mundial, el trabajo de oficina adopta un enfoque más humano. Los hermanos Eberhard y Wolfgang Schnelle desarrollan en Alemania el concepto de Bürolandschaft (“paisaje de oficina”). Promueven espacios amplios y sin muros, llenos de plantas, pensados para facilitar la comunicación. Por primera vez, el mobiliario se estandariza y se vuelve más ligero y ergonómico, rompiendo con la rigidez jerárquica del pasado.

Años 1960: el “Action Office” y el cubículo
En Estados Unidos, surge el Action Office como respuesta al caos de las oficinas abiertas. Era un sistema modular con paneles móviles y superficies ajustables que ofrecían más privacidad sin aislar completamente al empleado.
En 1964, la empresa Herman Miller lanza su primera serie comercial.
En 1968, el diseñador Robert Propst crea el famoso cubicle: paneles de 1,50 metros que proporcionan aislamiento acústico y visual, pero sin perder la supervisión de los managers. Más barato y funcional, el modelo se populariza en los años 80, aunque será criticado por su frialdad y por asociarse a la despersonalización del trabajo.

Años 1970: los “pueblos de trabajadores” en los Países Bajos
En 1974, el arquitecto neerlandés Herman Hertzberger diseña las oficinas de Central Beheer Insurance Company como un “pueblo de trabajadores”: una red de pequeños módulos conectados, cada uno para unos diez empleados.
Cada grupo podía personalizar su espacio, fomentando el sentido de pertenencia y comunidad.
Años 1980: la edad de oro del open space
Durante los años 80, el open space se impone como símbolo de modernidad y eficiencia. Su diseño abierto favorece la luz, la transparencia y la comunicación.
Sin embargo, también provoca malestar: ruido, falta de privacidad y sensación de control constante.
Como señala la socióloga Danièle Linhart: “En un espacio abierto, los empleados trabajan bajo la mirada de todos. Pero cada persona necesita un poco de sombra, un poco de intimidad. Ese autocontrol permanente agota y genera estrés.”
Estas críticas inspiraron obras como El open space me ha matado de Alexandre des Isnards o la obra teatral Open Space de Mathilda May.
Años 2000: hacia un open space más humano
Conscientes de sus limitaciones, las empresas comienzan a rediseñar las oficinas para hacerlas más cómodas y creativas. Las compañías tecnológicas de Silicon Valley lideran este cambio, integrando zonas de descanso, cafeterías, gimnasios o espacios verdes.
El objetivo: fomentar la innovación, la colaboración y el bienestar.
2015: el open space más grande del mundo
El ejemplo más emblemático es el MPK20, la sede de Facebook en Menlo Park (California), inaugurada en 2015. Con 40.000 m² para 2.800 empleados y 36.000 m² de jardines, ofrece todos los servicios posibles: lavandería, talleres, zonas de ocio…
Según Mark Zuckerberg, su diseño busca “reforzar el espíritu de comunidad”.

Hoy: del open space al multi space
La pandemia de 2020 aceleró la adopción del teletrabajo y cambió para siempre nuestra forma de trabajar. Muchos descubrieron que trabajar en entornos tranquilos y flexibles mejoraba su concentración y bienestar.
Hoy, las empresas se enfrentan a un nuevo desafío: equilibrar el trabajo remoto y presencial. El futuro pasa por modelos híbridos —flex office, coworking, desk sharing— y por espacios polivalentes que combinan colaboración, privacidad y confort.
El reto ya no es elegir entre trabajar en casa o en la oficina, sino diseñar entornos que integren lo mejor de ambos mundos. Espacios pensados para conectar a las personas, fomentar la creatividad y mantener el bienestar en el centro de la vida laboral.

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